viernes, junio 04, 2010

Recaída.

Hoy me di cuenta (otra vez) de que no lo he superado. Que probablemente nunca lo haga. Si bien es cierto que todos lo días tengo algún recuerdo de lo que fue en vida, lo cierto es que no creo que ese recuerdo mitigue el dolor que aún siento por su ausencia.

Hoy vi una foto, su carita hermosa pero a la vez con tristeza. Probablemente sabía que era uno de los últimos paseos que íbamos a hacer, y a la vez trató de que fuera uno de los más alegres de su vida. Y no dudo que lo fuera. Pero a veces eso no es suficiente. Yo cambiaría lo que fuera porque esa felicidad no hubiera sido de un momento, de unos días. Yo cambiaría lo que fuera para que no hubiera existido el motivo para dejar esos recuerdos felices, porque los recuerdos son lo que queda cuando inevitablemente algo tiene que terminar. Yo no quería que terminara y mucho menos, ella.

Hoy colapsé. Como hace tiempo no lo hacía. Con ese llanto que sale desde un hueco que duele en el pecho, en el alma, en el corazón. Que está ahí pero que el trajín de la vida cotidiana oculta, y que en los momentos menos esperados sale, reclama su espacio. Y recuerdo que esto está apenas empezando, que es relativamente poco el tiempo que he vivido con su ausencia, y que un gran amor no se olvida de la noche a la mañana. Es más, nunca se olvida.