miércoles, febrero 25, 2009

Tarde de transacciones

Al menos la reconfortó saber que él también estaba nervioso. Es que a pesar de todo, de la confianza y de haber hablado de cosas serias y estupideces durante tantos años, no es lo mismo pensar en explorar otro nivel de la relación. Ella pasó el día con la duda de cancelar la cita: “¿se verá mal lo que estoy haciendo?”, aunque por otro lado la adrenalina y la curiosidad, le generaban una sonrisa idiota con la que pasó todo el día en el trabajo y que le bajaba al estómago y le hacía cosquillitas. Esas que hace tiempo no sentía.

Él, aunque era el oferente, también pensó en retractarse: “¿Y si nos cagamos en la amistad?”. Ya después asumió que ambos eran lo suficientemente maduros para que eso no se interpusiera. Se había pactado como una especie de “intercambio de bienes”, uno que ofrece algo que el otro no tiene. Una simple transacción. Un favor entre amigos.

El comienzo fue incómodo. Un nudo en la garganta, conversación aleatoria de cualquier estupidez, “¿querés algo de tomar?”, y luego entrar en materia, tomar la iniciativa, porque ambos estaban demasiado apenados para hacerlo. Así que uno le preguntó al otro si comenzaban ya. La respuesta fue afirmativa.

Al principio, ella tuvo desconcentración, pero con el paso de los minutos, de las acciones, se dejó llevar (a pesar de que Sabina sonaba al fondo, y de alguna manera recodó todos los clichés de amantes bohemios-y le daba risa-). A fin de cuentas fue fácil. No había vergüenza de por medio (o al menos la normal de esa “primera vez” con alguien), y comenzó a seguir el juego.

Y en algún momento, pensó en que esos mismos trucos que estaba aplicando, los había aprendido con otro. El otro. El que ya no está. Pero que igual los ponía ahora en práctica porque no sabía (o no recordaba- ya todo un calendario se había gastado desde la última vez-) amar de otra manera, pero igual los estaba disfrutando y sabía que sólo con el tiempo, podría aprender otros nuevos.

La compañía era más que agradable. Porque era una persona a quien conocía desde hace tiempo y a quien estimaba, más nunca pensó en tratar con él en ésta posición (hablando sarcástimente en todos los sentidos).

Y después que todo pasó, cuando hablaban, ella se dio cuenta que probablemente él había estado más nervioso que ella. Entonces por un segundo, lo vio con otros ojos, diferentes a los de amistad. Lo vio con ojos de ternura, de alguna manera con ojos de atracción. Ella se dio cuenta que él podría haber sido desde hace mucho no sólo un buen amigo, sino un buen compañero. Y eso le dio miedo, porque el encuentro de esa tarde había sido pactado como una única transacción entre amigos, aunque ella, gustosa, estaría dispuesta a repetirla.

domingo, febrero 08, 2009

Promesas

-"¿Vos sos mía?" Le dijo él una de las tantas veces que yacían en la cama.
-"¿Cómo tuya?"-sonrío ella nerviosa, sin entender bien el cuestionamiento. "Sino, ¿de quién más?".
-"No, tonta!" - dijo él sonriendo. "Nada más decime que siempre vas a ser mía".
Y ella le dijo que si, porque realmente no se imaginaba que algún día pudiera estar en esa misma cama, haciéndole promesas a otro. Mucho menos se imaginaba que él pudiera, en un futuro, estar en el lecho de otra escuchando otra voz.
-"Yo también soy tuyo". Y se volvieron a acurrucar, como si el tiempo no pasara y como si las palabras no se las pudiera llevar el viento.

Muchas sábanas se han cambiado desde entonces, muchas promesas se han roto. Las hojas se han caído, y el viento las barrió. Incluso barrió la inocente confianza que tienen los enamorados cuando todo es color de rosa. Y tomaron caminos separados, aunque extrañamente, algo siempre los continuaba ligando al otro.

Sus decisiones los han llevado por caminos empedradros; y algunas lecciones las han aprendido de manera más cruel que otras. Cada quién decidió afrontar las cargas de la mejor manera que sabe, aunque eso siginifica ser un cobarde.

Pero a pesar de que él ya comparte el lecho de otra, y que ella fantasea con otros hombres -aunque no ha aparecido ninguno merecedor de su cama-, aquella pregunta y aquellas respuestas siguen, curiosamente, presentes en el inconsciente de ambos. Como si supieran que tarde o temprano volverán a ser uno mismo, tirados en la cama y haciéndose promesas que quizás, esta vez, si serán para siempre.