viernes, septiembre 24, 2010

8760 horas...


Hace 365 días el cielo estaba igual de gris. Increíblemente un sueño meses atrás, me había dado una fecha. No sabía el mes, pero sabía que ese día, el 24, ocurriría algo que cambiaría completamente mi vida.

Las señales ya eran claras, y dos días antes lo supe: esa fecha, un jueves 24, partirías de esta Tierra.
Era algo que ya estaba anunciado ,algo que de cierta forma, en algún momento incluso ambas imploramos que sucediera, porque la carga y el dolor se nos salió de las manos. Pero por otro lado, era algo que ninguna de las dos en un millón de años hubiera deseado.

Hace un año me despedía de vos, te veía dar el último suspiro y te cerraba los ojos. Mamita, es lo más duro que he hecho en mi vida.

Me sigue pareciendo injusto la forma en que tuvo que terminar. No puedo entender que hasta ahí llegara “tu misíón” si vos y yo teníamos tanto que compartir. ¿Te acordás cómo te decía que tenías que vivir 100 años? Nunca me lo prometiste, pero tampoco me dijiste que iba a ser tan pronto que te fueras. Sé que tampoco lo querías, y me lo reafirmaste mil veces durante tu enfermedad.

Extraño cada centímetro de tu ser, extraño tus ojos, extraño ese olor que desde niña me encantaba y con el que me dormía mientras tomaba chupón, extraño tu lunar junto a la boca, mi Cielito Lindo; extraño tu sentido del humor y las mil tonteras que nos decíamos, extraño a mi mejor amiga...

Mamita. Ha sido un año lleno de cosas. De reacomodos, de rediseños, de cierres y de comienzos. Hay días que pasan con calma, otros me mueven el piso. Hay días que quisiera salir corriendo a contarte lo que me pasa, otras llamarte sólo para decirte que te amo. Porque no hay un sólo día que no piense en vos, porque vos estás en todos lados: en la vista de las líneas del tren en Plaza Víquez donde me recogías, en tus orquídeas que medio han sobrevivido a mis cuidados y me regalan agradecidas flores como a las que vos te gustaban, en el olor a sopa “de escuelita” que me llega de alguna casa... pero me falta tocarte, sentirte, abrazarte, agarrarte como un gran oso y cubrirte por completo. Me falta repetirte hasta el casancio el amor que te tengo y tirarme a tu lado en la cama para que me hagás cariño, o con más seguridad, para yo estar encima tuyo.

Admiro profundamente a la mujer que partió. Una mujer luchadora, una mujer que dio su mejor pelea y que no dejó que los pronósticos ni los comentarios bajaran su espíritu. Agradezco que todo ese proceso que vivimos no fuera para sanar heridas, sino para afianzar y confirmar el profundo amor y respeto que nos teníamos y que yo te tendré siempre. Hubiera querido otro desenlace, porque te lo merecías.

Hace 365 días tuve que madurar, abrir los ojos a un nuevo mundo, a uno sin vos. También agradezco que tuviéramos gente buena a nuestro lado. Desde la enfermera que nos atendió una vez perdida hasta los cientos de amigos, conocidos e incluso “olvidados” que me mostraron simpatía o que mostraron de alguna manera que les importábamos.



Creo que estoy bien. Creo que vos lo sabés porque sé que desde donde estás nos estás cuidando. Sé incluso que de vez en cuando te las arreglás para hacerte presente de alguna manera. No lo dejés de hacer, que lo necesito. Hoy quiero comenzar un nuevo duelo, no te olvido, jamás -si cada día te vivo más- pero trataré de recordarte sólo con alegría, sin nostalgia ni melancolía. Me diste fuerza para (sobre)vivir y adaptarme; y me das fuerza para afrontarme a lo que venga. Después de todo, soy tu hija.

Te amo, mamita.

viernes, junio 04, 2010

Recaída.

Hoy me di cuenta (otra vez) de que no lo he superado. Que probablemente nunca lo haga. Si bien es cierto que todos lo días tengo algún recuerdo de lo que fue en vida, lo cierto es que no creo que ese recuerdo mitigue el dolor que aún siento por su ausencia.

Hoy vi una foto, su carita hermosa pero a la vez con tristeza. Probablemente sabía que era uno de los últimos paseos que íbamos a hacer, y a la vez trató de que fuera uno de los más alegres de su vida. Y no dudo que lo fuera. Pero a veces eso no es suficiente. Yo cambiaría lo que fuera porque esa felicidad no hubiera sido de un momento, de unos días. Yo cambiaría lo que fuera para que no hubiera existido el motivo para dejar esos recuerdos felices, porque los recuerdos son lo que queda cuando inevitablemente algo tiene que terminar. Yo no quería que terminara y mucho menos, ella.

Hoy colapsé. Como hace tiempo no lo hacía. Con ese llanto que sale desde un hueco que duele en el pecho, en el alma, en el corazón. Que está ahí pero que el trajín de la vida cotidiana oculta, y que en los momentos menos esperados sale, reclama su espacio. Y recuerdo que esto está apenas empezando, que es relativamente poco el tiempo que he vivido con su ausencia, y que un gran amor no se olvida de la noche a la mañana. Es más, nunca se olvida.

lunes, enero 25, 2010

El Silencio de los Inocentes

El Efecto Bystander (Espectador) o Síndrome Genovese es un fenómeno psicosocial en el que la gente es incapaz de socorrer a un prójimo en necesidad cuando hay otras personas presentes. Entre más gente haya cerca, menos son las probabilidades de que la pobre víctima reciba pronta atención, incluso al punto de morir esperando que alguien actúe.

Según los psicólogos, las razones más comunes para este comportamiento van desde miedo puro hacia lo que está pasando, hasta -y más comúnmente- miedo a quedar mal frente al resto de la gente o "confianza" en que alguien más (tal vez alguien "mejor") vendrá a socorrer a quien lo necesita.



Este fenómeno psicológico tiene algún parecido con una teoría mediática, la Espiral del Silencio. Esta reza que entre más se difunda una opinión y se convierta en dominante, más se silencian las opiniones o líneas de pensamiento alternativo.

Es decir, que aunque me guste el helado de fresa, probablemente frente a la mayoría que ama el chocolate, voy a decir que la fresa hasta alergia me da, con tal de que mi manera de pensar no me aisle del grupo social en el que me desenvuelvo, o me quedaré callada esperando inútilmente a que Tía Florita valide mi forma de pensar, para entonces yo saltar y decir "Sí, es verdad. Las fresas son ricas" . Y entonces, puede ser que, un día, hasta desaparezcan todas las fresas, porque nadie nunca fue capaz de defenderlas en un simple helado.

Y así pasa también en la cultura, la economía y la política, en grandes orbes y pueblitos: la opinión dominante -que no siempre es la correcta- emerge grande y fuerte de entre otras, segura de que nadie va a echarla abajo porque eso podría significar para algunos un suicidio en diferentes ámbitos; aunque a corto, mediano o largo plazo, implique un homicidio colectivo de proporciones épicas, que probablemente se podría haber prevenido, pero en el que nadie alzó la voz para detener la masacre.

Una vez, alguien me contó cómo su sobrina que estaba en el kínder, tenía problemas con la maestra y su compañeritos, porque cuando los ponían a dibujar, ella pintaba las montañas de azul. La maestra, iracuanda, la regañaba frente a todos, agarraba la crayola verde y le pasaba por encima al tono que la niña había escogido, ante la risa burlista de sus compañeritos, que no entendían por qué aquella otra pintaba diferente a ellos, a pesar de que si se asomaban por la ventana, las montañas de verdad no eran tampoco completamente verdes.

A pocos días de las elecciones presidenciales -quizás de las más decisivas en mucho tiempo- de un país que se ha caracterizado por ser más siervo menguado que libre, no puedo dejar de asociar las teorías mediáticas y psicosociales con los fenómenos políticos que se vienen gestando en Costa Rica desde hace ya algún tiempo.

"Un pueblo tiene el Gobierno que merece", dicen algunos ¿Se lo merecerá por ser gallina? Apartando a quienes votan ciegamente por un color -incluida mi santa madre, que probablemente me jale las patas por andarla criticando a estas alturas-, me parece que existe un grupo -un grupo importante- que parece no estar contento con el rumbo del país, pero que sin embargo, cuando tiene la oportunidad, prefiere asumir la posición de una mayoría o de un grupo de poder consolidado, aunque a fin de cuentas el voto es secreto.

De todo corazón, aunque desgastada y ahuevada le digo: no se convierta en estadística, en ejemplo de una teoría, en chiquito de kinder "del montón", que es moldeado a gusto de otros. Sálgase de la "zona de confort", critique, cuestione, instruya (se). Que no le de miedo que su opinión sea escuchada -que quién quita un quite y sea también la opinión de otros, o la opinión que necesitaba alguien escuchar para tomar decisiones-, pero sobre todo, que su opinión esté fundamentada. Lea, conozca. No se conforme con el Lado A de la historia. Indague, pregunte. Incluso, escuche otras formas de pensar aunque le parezcan disparatadas. Que su voz no se silencie, que se haga escuchar en las urnas.

Mi única advertencia -si es que me jura que ya hizo la tarea- es que si está conforme con cómo se mueven las cosas actualmente, hay algo en esa búsqueda de información que no está haciendo bien. O quizá esté disconforme, pero como al resto parece no importarle, ud también se encuentra "quedito". Nuevamente, no se convierta en Teoría. Reaccione, luche. Todo se resume en informarse y actuar con criterio. Pero como dicen por ahí "Si no estás enojado, no estás poniendo atención".

Es hora de canalizar ese enojo, de convertirlo en una fuerza que transforme, que busque una nueva perspectiva que beneficie a muchos más. País tenemos sólo uno. ¿Lo seguirá verse desangrar o correrá a su auxilio, sin importar lo que diga la gente a su alrededor?

Pido disculpas por el sancocho de ideas. Mucho qué decir, poco espacio y mucho enojo :).

Publicado originalmente en 89decibeles

lunes, enero 04, 2010

Una velita más

Hoy cuando me hubiera levantado al baño en la madrugada, te hubiera dado un gran besote.
Una mañana tranquila y al trabajo.
En la tarde, algún regalito "blah" porque igual me hubieras dicho "ay mi amor, si no hacía falta".
En la noche, la muy esperada cena de celebración.
En cambio, ayer visité tu tumba.
El día soleado que veo por la ventana del trabajo, me hace pensar que igual estás acá y que debo celebrar tu memoria, lo que fuiste, lo que no se borra.
Feliz cumpleaños, mamita!